POR:ROBERTO GIUSTI.
En vacas gordas se importaba y/o subsidiaba a realazo limpio, pero ahora eso es imposible.
La crisis del arroz es una de las primeras manifestaciones de la recesión económica que se aproxima por la baja de los precios petroleros. Ya no será posible apelar a la solución de los realazos para los problemas de escasez porque el dinero no alcanza y el gobierno empieza a sufrir las consecuencias de su hostigamiento al sector privado de la economía.
Posiblemente Elías Jaua tenga razón cuando advierte que la agroindustria burla el control de precios procesando arroz saborizado, que está fuera de regulación. El problema está en que si no lo hace, la actividad deja de ser rentable y por eso, antes que bajar la santamaría, los empresarios han buscado la manera de superar las pérdidas, aun cuando eso provoque la intervención militar.
Posiblemente Elías Jaua tenga razón cuando advierte que la agroindustria burla el control de precios procesando arroz saborizado, que está fuera de regulación. El problema está en que si no lo hace, la actividad deja de ser rentable y por eso, antes que bajar la santamaría, los empresarios han buscado la manera de superar las pérdidas, aun cuando eso provoque la intervención militar.
Obviamente, con los precios represados desde hace tanto tiempo, una liberación súbita provocaría trastornos sociales que nadie desea, pero la intervención temporal tampoco resolverá el problema porque al final nadie sostiene un negocio que no arroje beneficios.
Queda, entonces, planteada la salida de la estatización, pero no parece ser esa la idea del gobierno si lo que se ha ordenado es una intervención temporal (90 días).
También está el hecho de que el Estado es el principal procesador de arroz en el país con un 46% de la actividad en sus manos. De manera que si hay escasez del producto con el Estado manejando ese porcentaje, cabe preguntarse, ¿cómo sería el panorama si llega a controlar el ciento por ciento de la actividad?
Pero el sentido común, por lo menos el convencional, no es el criterio que guía las decisiones presidenciales, cuya lógica (revolucionaria) privilegia el mayor control social y económico posible, así se imponga la tarjeta de racionamiento y otras taras de la economía del viejo socialismo soviético-cubano.
Dentro de la lógica convencional lo recomendable sería establecer un mecanismo de concertación entre Estado, productores e industriales que permita mantener la actividad y mercadear el producto a precios razonables. Algo muy difícil porque la solución de los subsidios, aplicable en época de vacas gordas y no como hábito permanente, sino como mecanismo de apoyo temporal, ya no resulta posible. Incluso un acuerdo, que a juzgar por las declaraciones presidenciales (”no diálogo con la oligarquía”) parece descartado en lo inmediato, no solucionaría los problemas a corto plazo porque la reactivación económica no se logra de la noche a la mañana.
Aparece, entonces, la llamada “radicalización del proceso”, pero ésta, como se insinúa en las amenazas a los medios de comunicación críticos, augura la agudización de la polarización con el ingrediente adicional del hambre. Tal vez tengan que ponerse más feas las cosas para que el buen sentido se imponga a la lógica
Fuente: http://www.eluniversal.com/.
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