POR:ARMANDO DURÁN.
La primera tarea de la oposición es resolver el espinoso asunto de su dirección política.
En otras palabras, promover un nuevo liderazgo, aunque no en los términos que propuso Henry Ramos Allup el pasado miércoles, acertadosen su propósito de autocrítica pero insuficientes en sus alcances, pues no contempla la renovación a fondo de esos dirigentes, ni una nueva visión del desafío presente ni la estrategia a seguir para superar los principales obstáculos que impiden conducir al movimiento opositor hacia un desenlace feliz de la crisis actual.
El primero de estos escollos es la necesidad de asumir, con todos los riesgos que ello implica, la verdadera naturaleza del régimen. Comenzando por la urgencia de descartar cuanto antes la ilusión de que nos batimos con Chávez en el marco de una democracia perfecta o casi perfecta. Basta tener presentes las últimas exhortaciones al diálogo que siguen formulando diversos voceros de la oposición a pesar de que Chávez haya anunciado que jamás habrá diálogo con la “oligarquía apátrida” que fue derrotada el 15 febrero, para comprender con claridad la inmensa magnitud del disparate. Desde la esquemática perspectiva oficial, el único puente posible entre la oposición y el Gobierno pasa forzosamente por la incorporación sumisa de los ciudadanos nochavistas a la red de organizaciones sociales que apoyan al régimen.
El primero de estos escollos es la necesidad de asumir, con todos los riesgos que ello implica, la verdadera naturaleza del régimen. Comenzando por la urgencia de descartar cuanto antes la ilusión de que nos batimos con Chávez en el marco de una democracia perfecta o casi perfecta. Basta tener presentes las últimas exhortaciones al diálogo que siguen formulando diversos voceros de la oposición a pesar de que Chávez haya anunciado que jamás habrá diálogo con la “oligarquía apátrida” que fue derrotada el 15 febrero, para comprender con claridad la inmensa magnitud del disparate. Desde la esquemática perspectiva oficial, el único puente posible entre la oposición y el Gobierno pasa forzosamente por la incorporación sumisa de los ciudadanos nochavistas a la red de organizaciones sociales que apoyan al régimen.
Esta contradicción tuvo su primera y escandalosa manifestación en la fracasada invitación presidencial al diálogo que convocó después del sobresalto histórico del 11 de abril. La materialización de aquella trampa tuvo que esperar muchos meses, hasta que por fin se armó, César Gaviria y Jimmy Carter mediante, la infame Mesa de Negociación y Acuerdos, cuyo resultado, festejados con inexplicable regocijo por los representantes de la oposición, se ajustaba como anillo al dedo a los propósitos del régimen de burlar los objetivos reales que la sociedad democrática venía reclamando en las calles, una y otra vez, de manera incansable.
Hasta el día de hoy, esos mismos dirigentes que por ignorancia o complicidad se negaron entonces a vislumbrar siquiera el engaño al que mansamente los conducían las argucias de José Vicente Rangel, han seguido insistiendo en la cómoda postura de concederle a Chávez y a su Consejo Nacional Electoral suficiente credibilidad para poder aceptar sin un solo pestañeo sus convocatorias electorales, realizadas bajo condiciones desde todo punto de vista injustas y antidemocráticas. En este sentido, la participación complaciente de la oposición en el juego electoral con reglas impuestas a dedo por un árbitro abiertamente parcializado, ha sido facilitada por la concesión más o menos graciosa de algunos espacios burocráticos de escaso valor. Gracias a esta maniobra, el continuo reconocimiento opositor ha legitimado ante la comunidad internacional el presunto desempeño de Chávez como gobernante democrático intachable.
Naturalmente, admitir la verdad del régimen comporta peligros colosales. De ahí que se prefiera pasar por alto los objetivos políticos totalitarios de Chávez, ¿totalitarismo ligth?, nunca disimulados, siempre enunciados de manera categórica y transparente: con Chávez todo, sin Chávez nada.
Esta actitud de hacerse el loco ante cualquier proposición presidencial por amenazante que sea, o ante cualquiera de sus acciones, aunque desde todo punto de vista sean inconstitucionales y contrarias a los derechos ciudadanos, responde a la premisa fundamental que le ha servido a esta dirigencia para construir la lógica de su colaboracionismo: conservar a toda costa el inestable equilibrio político (es decir, hacer como si en realidad nada raro pasara en Venezuela y como si nuestro proceso político y social discurriera por el tranquilo cauce del sistema democrático), con la aspiración no a enderezar el torcido rumbo de la nación, sino a conservar alguna vigencia grupal en el desarrollo de la historia, a pesar de que esa historia, escrita cada día por el puño implacable de Chávez, no los tome en cuenta para nada.
Llegados a este punto, la pregunta se hace inevitable. ¿Pueden estos dirigentes de oposición, encerrados en la soledad de los cascarones vacíos de sus partidos, ponerse al frente de esos 5 millones de venezolanos que no votaron por ellos sino contra Chávez, trazar una estrategia electoral inflexible e implantarla con la decisión y firmeza que requieren las circunstancias del momento? Duélale a quien le duela, yo diría que no.
1 comentario:
Lo que escribe Duran, va en la linea de lo que todos estamos percibiendo de la situacion. De paso, ningun totalitarismo es "light". Chavez y sus asesores extra-nacionales, se han impuesto la tarea de crear un estado totalitario fascista, caracterizado por el colectivismo. Si los lideres de oposicion son voluntariamente o no, colaboracionistas, es inmaterial, lo importante es que no solo no existen las condiciones democraticas, es que no existe ninguna condicion democratica. LLegamos al llegadero, ¿Entonces pesa sobre cada venezolano individual deshacerse de este regimen, sin representatividad legitima, sin guias ni voceros?
Judio Errante
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