POR:ROBERT CARMONA BORJAS.
Es grave lo que ha venido sucediendo desde el 15 de febrero, cuando el chavismo obtuvo, gracias al ventajismo y otras formas de manipulación del electorado y del voto, una victoria que a la larga será pírrica, cuando Hugo Chávez deba enfrentar una nueva elección en 2012, con un país quebrado, dividido, arruinado integralmente. Ello, sin embargo, permite a los revolucionarios actuar desmedidamente, ignorando a la mitad del país que se opone rotundamente al disparatado y superado sistema político, económico y social que tratan de imponer por todos los medios.
Las amenazas a la industria privada para establecer o imponer más bien, el régimen comunista anunciado, afectan enormemente la economía del país, la productividad, dando paso al desabastecimiento y a la quiebra eventual de empresas. La expropiación de arroceras permitirá por unos días vender en las zonas marginales el producto, pero no habrá segunda o tercera vez, pues desaparecerá como todo lo que han hecho los revolucionarios. La alegría de unos, de aquellos que ven en el paternalismo del Estado la solución de sus problemas, será temporal, peligrosamente temporal.
Aunque parezca jocoso, Hugo Chávez propone ahora para acabar también con los propietarios de restaurantes, la creación de una cadena de restaurantes populares, probablemente los Mc Chávez o para ajustarnos más a lo revolucionario los Che-Chávez. Un disparate sin precedentes. No pudieron las industrias básicas, incluida Pdvsa, tampoco con las funciones de Estado en materia de salud, de vivienda, de educación, menos podrán con esta incursión en el mundo de la gastronomía. No es un simple disparate. Es una burla a los venezolanos que reaccionarán, más temprano que tarde, ante tales atropellos.
Luego, poniéndose cómicos, para utilizar sus propias palabras amenazantes, símbolo del poder que manejan o detentan por ahora, anunciaron el cierre, la expropiación y hasta la cárcel a los propietarios de las areperas. El precio de la arepa lo impone por la vía de la amenaza pública la autoridad bolivariana, desconsiderando los gastos mínimos que conforman el costo de la arepa. La explicación que dieron los revolucionarios sobre el precio de la arepa de pernil, calculando el precio de la harina y del kilo de cochino, es otra burla al intelecto. Deliberadamente ignoran que el propietario debe pagar los impuestos, el arrendamiento del local, los empleados, entre muchos otros. Los revolucionarios pretenden con esto acabar también con los verdaderos restaurantes populares, las areperas. Si el costo es elevado, difícil para las clases más desprotegidas, no es culpa de los industriales ni de los empresarios venezolanos, es una responsabilidad absoluta de la pésima dirigencia chavista que ha venido acabando con todo en este país.
Y así vendrán ahora para consolidar el denominado proyecto bolivariano, un régimen comunista simple, contrario al socialismo democrático que a veces refieren, en medio de sus estrategias manipuladoras, para justificar las medidas "populares", la privatización de los colegios, de los club privados, para abrirlos a las clases populares, aquellas que por esta misma política no serán nunca independientes, sino sometidos al régimen de beneficencia indigna que se proponen establecer los revolucionarios criollos.
El país, sin embargo, despierta, como lo hacen ahora aunque un poco tarde, los medios en el exterior que una vez veían las cualidades de demócrata de Hugo Chávez, un militar de origen golpista. El país camina hacia una confrontación más seria de la cual sólo serán responsables el régimen y sus jerarcas. La reacción vendrá necesariamente. Estudiantes, empresarios, ciudadanos, de aquí y de allá, ricos y pobres, reaccionarán ante los atropellos. La democracia todavía nos da margen para responder a las imposiciones de un régimen que aparenta desquicio.
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