POR:FAUSTO MASÓ.
Los economistas nos enseñaron que el día antes el ministro de Hacienda juraba por los huesos de su pobre madre que devaluarían sobre su cadáver. Pues se equivocaron: Chávez dijo setenta y dos horas antes que hoy, sábado, presentará su plan económico y malévolamente mostró interés por el dinero de los depositantes en los bancos. ¡El viernes la gente corría loca para salvarse del supuesto corralito! En unas horas quizá haya anunciado un simple cambio del flechado en la Cota Mil o les conceda la razón a los alarmistas y uno quede como un pendejo.
Ya logró algo: quitarle el sueño al país. Eso sí cuando el río suena no se le ocurra nadar.
Con miedo no se va ni a la esquina.
En vez de fusilar, Chávez paraliza con sus amenazas; ignoramos cuáles cumplirá, qué proyectos tendrán el destino de la ruta de la empanada. Estatiza el Banco de Venezuela y los españoles saltan de alegría como si se hubieran sacado la lotería.
Si el país perdiera el culillo caería el castillo de naipes del chavismo, cuando le dan un “parao” Chávez echa para atrás como ocurrió con los sindicalistas.
Dice que estatizará a Polar, equivocadamente ordena expropiar una planta de Cargill aunque en privado sus ministros confiesen que se equivocaron de instalación porque la que estatizarán no sirve para procesar arroz popular.
Solo una oposición unida creará un muro de contención al gobierno como ocurrió hace siete años.
Hay formas distintas de concebir la unidad, unas con mayor amplitud, otras más cerradas por así decirlo, con el peligro éstas de diluir la eficacia del comando político.
Sindicatos bolivarianos y sindicatos antichavistas apoyan la misma lucha por la defensa de los contratos colectivos que el gobierno firmó irresponsablemente, los podrá pagar si multiplica los bolívares artificialmente a través de la devaluación o imponiendo de nuevo el débito bancario.
Como los sindicalistas pelean por un plato de lentejas realmente lucharán a muerte. En defensa de sus contratos olvidan las divergencias personales, saben que arriesgan el pellejo.
En los sectores políticos no se siente la misma urgencia, como si pudieran todavía esperar un buen tiempo, como si la cosa no fuera grave.
A los estudiantes de izquierda en los sesenta les pedían luchar y estudiar, participar políticamente y obtener los mejores resultados académicos, algo similar que a los monjes medievales dedicados a orar y a trabajar, a la contemplación y a cuidar su huerto, preparar buenos licores, copiar libros a mano.
Los gobernadores y alcaldes deben mejorar el tráfico, la seguridad, la educación y no olvidar la batalla política porque Chávez no les dará tregua, les toca presidir a la oposición en una gran unidad donde quepa también mucha más gente, como debe ser.
Por ahí va la cosa, sin atajos, en un largo camino que no concluirá siquiera el día que salga el presidente Hugo Chávez Frías de Miraflores.
Recuerden que la regla de Benito de Nurcia les pedía a los monjes trabajar y orar, no descuidar sus obligaciones y rendirle culto a Dios.
Chávez impone un récord Guinnes: anuncia medidas económicas antes de aplicarlas y a su vez Washington olvida la ortodoxia económica e imprime un trillón de dólares.
Quizá con el tiempo Chávez y Washington descubran que violar ciertas reglas se paga y el primero sepa además que los zulianos defenderán a Rosales como un solo hombre. Ya verán.
Si el país perdiera el culillo caería el castillo de naipes del chavismo, cuando le dan un “parao” Chávez echa para atrás como ocurrió con los sindicalistas.
Dice que estatizará a Polar, equivocadamente ordena expropiar una planta de Cargill aunque en privado sus ministros confiesen que se equivocaron de instalación porque la que estatizarán no sirve para procesar arroz popular.
Solo una oposición unida creará un muro de contención al gobierno como ocurrió hace siete años.
Hay formas distintas de concebir la unidad, unas con mayor amplitud, otras más cerradas por así decirlo, con el peligro éstas de diluir la eficacia del comando político.
Sindicatos bolivarianos y sindicatos antichavistas apoyan la misma lucha por la defensa de los contratos colectivos que el gobierno firmó irresponsablemente, los podrá pagar si multiplica los bolívares artificialmente a través de la devaluación o imponiendo de nuevo el débito bancario.
Como los sindicalistas pelean por un plato de lentejas realmente lucharán a muerte. En defensa de sus contratos olvidan las divergencias personales, saben que arriesgan el pellejo.
En los sectores políticos no se siente la misma urgencia, como si pudieran todavía esperar un buen tiempo, como si la cosa no fuera grave.
A los estudiantes de izquierda en los sesenta les pedían luchar y estudiar, participar políticamente y obtener los mejores resultados académicos, algo similar que a los monjes medievales dedicados a orar y a trabajar, a la contemplación y a cuidar su huerto, preparar buenos licores, copiar libros a mano.
Los gobernadores y alcaldes deben mejorar el tráfico, la seguridad, la educación y no olvidar la batalla política porque Chávez no les dará tregua, les toca presidir a la oposición en una gran unidad donde quepa también mucha más gente, como debe ser.
Por ahí va la cosa, sin atajos, en un largo camino que no concluirá siquiera el día que salga el presidente Hugo Chávez Frías de Miraflores.
Recuerden que la regla de Benito de Nurcia les pedía a los monjes trabajar y orar, no descuidar sus obligaciones y rendirle culto a Dios.
Chávez impone un récord Guinnes: anuncia medidas económicas antes de aplicarlas y a su vez Washington olvida la ortodoxia económica e imprime un trillón de dólares.
Quizá con el tiempo Chávez y Washington descubran que violar ciertas reglas se paga y el primero sepa además que los zulianos defenderán a Rosales como un solo hombre. Ya verán.
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