domingo, marzo 15, 2009

"La revolución soy yo" ("...ocurre con los trabajadores...la traición esencial que porta una falsa revolución...")


POR:CARLOS BLANCO/TIEMPO DE PALABRA.

El hombre alcanzó la reelección indefinida. El régimen se prepara para la represión.

La Revolución soy yo.

El presidente Chávez se desliza, sin garbo, al tremedal. Al referirse a los trabajadores de Guayana y a sus demandas reivindicativas, ha aullado: “El que pare aquí una empresa del Estado, se está metiendo con el jefe del Estado”.

Como muestra de su decisión ha subrayado “Ya yo enfrenté el paro de Pdvsa, más grave que eso no puede ser. Ya yo estoy probado en esa guerra. Yo mandé a decir que las pararan todas, ya yo veré que hago. Pero eso sí, después me tendrán que soportar, porque se están metiendo conmigo directamente”. Amenazó también con militarizar el Metro de Caracas si los trabajadores siguen con las protestas.
En pocos días de susto, debido a lo que se prefigura como reacción de los trabajadores frente al deterioro de sus condiciones laborales, Chávez ha reaccionado como todos los autócratas militares latinoamericanos frente a las demandas de los de abajo. Ya se alzó con la reelección perpetua y ahora que el petróleo entró en la peligrosa zona de las gallinas flacas, la esencia más íntima del régimen excreta su mortífera destilación contra la multitud que antes ensalzaba.
Los neoautoritarismos despliegan complejas tramoyas escenográficas para disimular su naturaleza, pero, al cabo del tiempo, se le comienzan a notar sus regularidades más esenciales. A la perorata sobre los pobres se le caen los afeites, y el colorete desteñido deja ver la contorsión de un rostro pavoroso: el de la represión que se esparce. No por casualidad el Presidente, en el marco de sus bravatas, afirmó que la DIM y la Disip se ocuparán de investigar las protestas de los trabajadores. Es decir, la revolución aterrizó en la policía como herramienta disciplinaria. Es la sustitución de la ideología, por los tribunales; del debate, por el terror; del convencimiento, por el miedo. Así, se esparce democráticamente el espanto. Ahora se añade el homicidio de la descentralización.

LA TEORÍA DEL BAGAZO. Un afamado dirigente chavista sostiene, en privado, que Chávez se pasea por la comarca con un molino de caña, esparciendo bagazos por el camino, porque -según el maldiciente- carece de afectos y lealtades que rebasen el uso oportunista de sus amigos. La contabilidad emocional del jefe -sostiene- es completamente binaria: éste me sirve; éste no me sirve. Más allá de eso, no hay nada. Ni el manoseo indica amistad; ni las apelaciones a la condición de “hermano” o “camarada” tienen significado afectivo alguno.

El hombre ha desarrollado una percepción tan generosa de sí mismo que nadie es capaz de competir con él. No hay elogio ajeno que logre superar la buena opinión que tiene de sí, de su papel y de su liderazgo. Debe sufrir mucho por lo que aprecia como parquedad de los demás hacia él, porque es de los escasos jefes que se ocupa de recordar con cierta insistencia que es el jefe, el líder, el imprescindible; claro, modestamente, sólo por las décadas que corren.

Chávez no perdona a quienes han sido sus amigos porque casi siempre son los que conocen sus secretas debilidades. No soporta a alguien que haya sido generoso. No absuelve a quien alguna vez le haya visto miedo en su rostro y temblor en la rodilla. Se quiere vengar de Raúl Baduel, que sabe cómo huyó y fue el que lo empaquetó de regreso. Se quiere vengar de Tobías Carrero, que le tendió la mano y le mató el hambre. Se quiere vengar del capitán Otto Gebauer que lo vio disuelto en aguas. No perdona a nadie que le haya hecho un favor. Sin embargo, lo que ahora ocurre con los trabajadores es mucho más que la apostasía de un oportunista. Es la traición esencial que porta una falsa revolución; es un autodesenmascaramiento; es la exposición de las desnudeces de un cuerpo contrahecho que había disimulado hasta ahora sus miserias debajo del oropel petrolero y la retórica ampulosa del personalismo. Chávez ha hecho inestimable contribución a la revelación del bochinche que encabeza: la revolución socialista que, por definición es portada por los trabajadores, ¡ah, el proletariado!, ni es de ellos, ni es revolución, ni es socialismo.

Que no hay revolución, sigue siendo un secreto, con la particularidad de que lo saben todos, principalmente los jerarcas oficiales. Uno de los que lo expresa mejor es el nuevo candidato a bagazo, el vicepresidente Carrizales, que desde el anonimato en que estaba sumergido debido a méritos inescrutables, ahora emerge con el insulto a flor de labios y el radicalismo superficial de quienes no saben de qué se trata.


LA IZQUIERDA ATRAPADA. Para disfrazar de revolución la operación de captura del poder, los militares alzados recogieron a los grupos de izquierda que pudieron. No es nuevo. Ya Perón lo había hecho en su retorno al mando, como cadáver, en 1973, basado en una larga trayectoria de alianzas con la clase obrera. Cuando Perón vuelve al poder, su primera acción es deshacerse de la izquierda, la que, desconcertada, se lanza en varias de sus fracciones a una aventura costosa que termina con la orgía de sangre de los generales encabezados por Videla.


El “Perón con petróleo”, como ha sido llamado el frenético local, no tuvo nunca a los trabajadores organizados, aunque aseguraba representarlos; y tuvo la fortuna de haber tenido una credencial de izquierda dada por los desatinados criollos, jefes de los partidos zurdos, exiguos de militancia pero ávidos de poder. Estos partidos pudieron hacerse los locos frente a los militares golpistas porque Fidel Castro les allanaba el camino, al otorgarle a Chávez una credencial revolucionaria, que no se había ganado en la Sierra Maestra sino en el trasiego de recursos petroleros al ansioso Buró Político caribeño. Así emergió el Perón con petróleo y sin obreros.
Ahora, cuando el nervio militar ha sido despojado de carnosidades ideológicas, la izquierda que queda alrededor de Chávez está en un brete. El hombre alcanzó su juguete preferido: la reelección perpetua; y en el marco de la crisis económica que encapota al planeta, el régimen se prepara para la represión. La represión política más acentuada, contra la disidencia; la represión económica, contra los empresarios; la represión social contra los trabajadores. Aunque el encuentro sindical plural del jueves pasado anuncia la horma del zapato para estos militares alzados.


LA MAYORÍA DE CHÁVEZ. El caudillo se despoja de los oropeles del guerrillero y asume el fusil del gendarme innecesario. Claro que hay gente que lo sigue, pero es indefinible el apoyo e incuantificable su volumen. Cabe recordar la proporción de partidarios de Pérez Jiménez que había en diciembre de 1957, para encontrar que el 23 de enero de 1958 se habían convertido en tres docenas de ex funcionarios. Siempre pasa y cuando hay revoluciones nonatas, suele ser peor. La URSS y la China roja lo atestiguan. El día que salga de Miraflores corre el riesgo de que sólo tenga como partidarios los que quepan en el avión. ¡Boligarcas, temblad!

Fuente:http://www.noticierodigital.com/?p=22583

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Marta Colomina


El culpable ya no es Bush

Marzo 15, 2009
Ahora son los sindicalistas y obreros porque reclaman sus derechos laborales.

Chávez no puede vivir sin un enemigo central al que culpe de todos los males generados por su incapacidad para gobernar y su obsesión por eternizarse en el poder. Desde que se propuso instalar en Venezuela el modelo fidelista que calificó descaradamente como “el mar de la felicidad”, erigió como su más enconado enemigo a George W. Bush, a quien definía como la perversa cabeza del Imperio, causante de todas las epidemias, guerras y miserias del mundo.

Amparado Chávez en la injustificada y abominable invasión a Irak, vendió la idea de que Bush pretendía invadir a Venezuela, razón por la cual era necesario emprender una guerra “asimétrica”, estilo guerrilla, a la par que se tendía una benévola mirada a los irregulares que operan dentro y fuera de la frontera venezolana como posibles aliados. Nuestro “héroe” del Museo Militar no es hombre de un solo enemigo, por muy poderoso que sea, de modo que los improperios contra Bush eran compartidos con adversarios de menor relevancia: Uribe (”el pichón de Bush”), Fox (”cachorro del imperio”), Calderón, Allan García, Aznar y un sinfín de enemigos nacionales como la Iglesia, los partidos políticos, los empresarios (”oligarcas”) y last but not least, los medios de comunicación y periodistas, a los que nos acusa de “mercenarios de la CIA”. Del discurso belicista pronto desapareció el tema de la guerra asimétrica y fue sustituido por el de la guerra convencional, dado que ahora el “demonio” Bush quería invadir a Venezuela con los marines de la Sexta Flota para apoderarse de nuestro petróleo (argumento vano, porque la Chevron resultó imprescindible para seguir enviando crudo al Imperio, dada la ineficiencia y corrupción de los rojos rojitos de Pdvsa). Como ahora el “borracho” y “criminal” Bush nos atacaría con la implacable tecnología bélica de última generación. Venezuela gastó más de $ 12 mil millones en aviones de guerra, submarinos y tanques rusos “necesarios” para hacer morder el polvo a su infernal enemigo.

Chávez dilapidó unos $ 60 mil millones en sus compinches políticos (Fidel, Evo, los Kirchner, Ortega, Correa) y en intentar la subversión en los países democráticos del continente, mientras que en lo interno ponía en marcha paliativos sociales que, lejos de formar a los beneficiarios para el trabajo, se constituyeron en instrumento de control electoral. Aniquilado el combativo movimiento sindical comandado por Carlos Ortega y creados sindicatos oficialistas paralelos, los bonos y prebendas se convirtieron en sustitutos de las convenciones colectivas y de una necesaria seguridad social (siempre postergada), a pesar de los casi $ 900 mil millones recibidos en los últimos 10 años.

Chávez no escuchó los consejos de quienes le recomendaban ahorrar para cuando llegase una posible recesión. Despilfarró los petrodólares en su delirante proyecto continental; en corrupción; compra de armas y estatizaciones que ahora no puede mantener (el BCV acaba de vender siete mil kilos de oro monetario para cubrir el hueco dejado por los $ 12.500 millones de las reservas, ya espalillados por el dilapidador). El inflado ego de Chávez no soporta que los otrora satisfechos dirigentes sindicales exijan ahora la firma de las convenciones colectivas (la inflación desatada devora los salarios). La CVG y empresas filiales (y Sidor aún no pagada) están prácticamente quebradas, al igual que la maula Pdvsa y el Metro de Caracas. El enemigo ya no es Bush, sino los sindicalistas y obreros porque reclaman sus derechos laborales. Los amenaza con militarizar las empresas y pretende enfrentar a los trabajadores con los beneficiarios de las misiones: “¿Ustedes creen -increpa Chávez- que voy a quitar a las Madres del Barrio o a la Misión Barrio Adentro para dárselo a unos sindicatos que quieren ganar tres millones, repartirse unos bonos y vacaciones por cinco meses?” (dos misiones en las que apenas se atiende un 30% de su cobertura original). Chávez pretende ignorar que el nuevo contrato de Sidor fue firmado por sus ministros. ¿No sabían lo que firmaban? Reclama Chávez que “No se justifica que exijan el pago de bonos para la educación privada de sus hijos”. Los trabajadores le responden: ¿donde van los hijos del entorno presidencial y de sus “boliburgueses”? ¿Cuánto podría mejorar la vida de los trabajadores con los montos gastados en camionetas de lujo y helicópteros para Evo, en las armas rusas, en los sueldos y bonos escandalosos que paga al TSJ y al CNE por sus servicios al proyecto chavista, en la riqueza de los Chávez en Barinas o la corrupción de “sus” empresarios y de sus ministros?

Estos nuevos “enemigos” son más peligrosos que Bush, porque son millones de trabajadores, porque tienen la razón, y porque no tienen la culpa de que Chávez haya pateado el patrimonio público en su obsesión de poder.

Anónimo dijo...

Se acabará hasta la gasolina

Mucho me temo que esta crisis que nos espera en pocas semanas o días no es como las demás: esta es diferente. Me informan que PDVSA no sabe cómo hacer para garantizar el suministro interno de gasolina, gas doméstico, etc., mucho menos el cumplimiento de los contratos de exportación de crudo. Nadie le quiere decir a Chávez lo mal que estamos, pero voy a intentarlo. Las plantas de refinación requieren un constante mantenimiento que de hecho es tan caro, tan caro, que muchos economistas han calculado que es más barato cada diez años abandonar una refinería y construir una nueva, en vez de reparar la vieja.

Pues bien, las plantas de refinación de PDVSA están casi acabadas, y pronto habrá que pararlas para mantenimiento mayor, que de hecho las deja fuera de juego por unos meses. El problema es que se requiere de muchos millones de dólares para el “revamping” de una refinería, y PDVSA ni tiene los reales, no tiene crédito, y las contratistas que podían hacer el trabajo mayor, como la Fluor, Bechtel o quizá Sade, ni de casualidad van a venir a trabajar sin pago por anticipado, ya que todo el mundo sabe que PDVSA no paga una factura desde hace muchos meses.
Dudo que las empresas de ingeniería criollas como Tecnoconsult, y otras del mismo rango, tengan como afrontar esos proyectos sin ayuda externa. Es decir, léanlo de nuevo: no habrá plantas de refinación funcionando porque PDVSA ni tiene real ni tiene crédito para repararlas. Como se dice en inglés: “a perfect storm”.
Pero es solo el comienzo. El país tendrá que importar gasolina y gastar las reservas preciosas de dólares para quemarlas con la gasolina más barata del mundo, en vez de conservar esos dólares para comprar comida, ya que es más importante comer que manejar, así que ni habrá comida ni habrá gasolina. Si alguien le dice a Chávez que es imperativo multiplicar por cuatro el precio de la gasolina para asegurar su uso más racional, este no quiere escuchar nada, porque sabe que ahí se hunde su revolución. Así que no habrá gasolina porque los vendedores internacionales van a pedir un giro de los reales por adelantado, no el usual “te pago en 30 días” que se le otorga a compañías solventes.
Los términos que se le otorgan a PDVSA son estricto contado, ya que el mundo entero sabe que no paga no una resma de papel, y sus bonos se cotizan a 50% de su valor nomina, es decir, la confianza en la capacidad de pago de PDVSA a largo plazo está seriamente en duda, o descartada.
¿Todo esto por qué? ¿Qué nos sucedió? Nos agarró la revolución, como le cayó la misma peste comunista a Cuba, a Nicaragua, como le está cayendo encima al Ecuador, etc. Una vez que entra el comunismo “mental”, todo se derrumba, porque la ideología sustituye a la realidad. El comunismo es un problema psicológico antes que de se vuelva un problema político. El afectado por el virus cree, con seriedad, que se puede repartir pan sin producirlo, arroz sin sembrarlo, vender gasolina sin tener refinerías, o refinar petróleo sin ingenieros, solo con “comisarios políticos”. Esa nube mental es lo que acabó con la URSS, lo que tiene postrada a Cuba, lo que tiene contra la pared al Ecuador.
Es la peste negra que le cayó a Venezuela, y que ahora, gracias a una recesión económica mundial, nos afectará antes de lo esperado. El país votó por Chávez, es verdad, no hubo más fraude que el uso descarado de los dineros públicos para apuntalar la campaña del tirano, pero fundamentalmente, Chávez vendió una idea: es posible vivir sin trabajar, subir en la vida sin estudiar, sin esforzarse, etc. El señor que nos gobierna vendió la idea imposible de que el estado puede mantener a la población en estado de dependencia de subsidios, misiones, etc., en vez de hacer lo que tiene que hacer: apoyar a la empresa privada y garantizar los servicios públicos, nada más.
En vez de eso, la expropia y la persigue. Pero ya vemos como en Caracas asesinan a una persona por hora, mucho más que en Bagdad, en Kabul o en Gaza, así que el más importante de los servicios públicos no se presta: la seguridad. Todo viene de lo mismo: la falta de seguridad y la quiebra de PDVSA son causadas por el mismo virus cerebral, llamado “socialismo bolivariano”. El culpable es Chávez, nadie más, y Fidel Castro, quien ha pervertido tanto a la población cubana que, muéranse, muchos de los que vienen a Miami escapando se regresan a Cuba porque en los EEUU hay que trabajar, y eso no les “entra en la cabeza”.
No es broma. Cuando me lo contaron yo tampoco no lo podía creer. El socialismo es el enemigo público número uno de Venezuela, y del mundo. Acabar con esta peste una cuestión de salud pública-este virus mató este fin de semana 60 personas en la capital, mucho más que la malaria, el ébola o cualquier otra epidemia del Africa.