POR:MANUEL MALAVER.
Es, desde luego, la sorpresa que menos se esperaba, Hugo Chávez, desde que hace 10 años inició el proceso de alzarse con todo el poder en Venezuela: dirigirse una noche en cadena de radio y televisión a los venezolanos para anunciarles que les aplicará un paquete de medidas económicas neoliberales del mismo signo del que en su momento implementaron Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera por recomendación del odiado y satanizado Fondo Monetario Internacional, FMI.
El vilipendiado “paquetazo”, en fin, que tanto contribuyó al comienzo de su carrera política, a su continuidad, vigencia y éxito final, y cuya condena no ha dejado de proferir un solo día desde que fue electo presidente de la República, como si se tratara de un artículo de fe tan abominado como aquel “vade retro Satanás” de las iglesias cristianas.
Y que hubiera evitado de no estar contaminado de imprevisión, voluntarismo e ingenuidad marxistoides por los cuatro costados, o de enterarse sin prejuicios que los ciclos de alza y caída de los precios de los hidrocarburos hacen parte intrínseca de la naturaleza del negocio y es de pulperos ahorrar cuando los precios se van por la nubes para proveerse de fondos, de modo que al regresar las bajas, el país pueda contar con los recursos suficientes para no caerse a pedazos… como se está cayendo.
Chávez, por el contrario, la cogió por convencer a sus seguidores y a los “santos inocentes” que dentro y fuera del país se sienten inclinados a creerle sus desplantes, mitos y leyendas, pero sobre todo, a sí mismo, que los precios del crudo habían subido por el solo influjo y poder de sus políticas, que antes de su mandato el petróleo se regalaba a gobiernos neoliberales, capitalistas e imperialistas y que llegaba una “época dorada” en que la OPEP, y los países productores independientes, pasaban a manejar los mercados y los precios subirían hasta colocarse a mediados del año en curso en 400 dólares el barril.
Aunque son sucesos lo suficientemente recientes y frescos como para que se hayan olvidado, no está de más recordar por lo que tenía de patético, retro y conmocional a aquel jeque tropical y malhumorado, intolerante e imperturbable que se paseaba por el mundo en un avión privado que era envidia de ricos y famosos de todos los pelajes, amenazando imperios, apuntando regiones, y sembrando el pánico entre países ricos o pobres que sentían que si no complacían a aquel Hitler de bolsillo, a aquel Fidel Castro en miniatura, podían quedarse sin luz.
Y regalando, desde cantidades ingentes de petrodólares, hasta complejos habitacionales y fábricas enteras, pasando por bonos basura de la deuda de países insolventes, refinerías, oleoductos y gasoductos, gasolina y gas barato para ciudades, barrios y comunidades , stadiums y clubes de fútbol o béisbol, escuelas de samba o de salsa, y de todo cuanto se le podía pedir a un supercaudillo populista y salvador de la humanidad que, además, estaba interesado en crear una alianza de gobiernos, países y estados para derrotar al capitalismo, al imperialismo y a los Estados Unidos.
Pero eso en cuanto a países que, si bien contaban con gobiernos que se podían decir cercanos a Chávez no formaran parte del círculo de sus aliados más íntimos, pues si se trataba de petrodictadores como el expresidente y actual primer ministro de Rusia, Vladimir Putin y el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, puede decirse que Chávez les abrió la cueva de Alí Babá, comprándole al primero hasta 10 mil millones de dólares en equipos y armas de guerra desactualizados y obsoletos, y al segundo, comprándole fábricas de automóviles y tractores que todo el mundo sabe son de tecnología inglesa y francesa, porque Irán no está en capacidad de producir ni un alfiler.
Y todo sin que coloquemos en la lista a los países que podríamos catalogar como “beneficiarios privilegiados”, ya que, adhiriéndose al modelo político, económico y social de Chávez, integran la élite de los llamados “países hermanos” que, por ser tales, dispusieron sin restricción al acceso de la mina de los petrodólares venezolanos.
Una élite donde están la Cuba de los hermanos Castro, la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa y la Nicaragua de Daniel Ortega, países que prácticamente han suspendido su producción interior, no pagan sus deudas y entran en default, se separan del comercio global y desafían a la comunidad internacional contando con el apoyo de papá Chávez.
En otras palabras: que hemos hecho el listado de las facturas por donde se fugó la más grande riqueza de que ha disfrutado país latinoamericano alguno en los 200 años de historia republicana del continente, algo que es difícil creer se vivió aún en el México o el Perú vireynal, pero que terminó en el mismo resultado, puesto que pronto Caracas, Maracaibo, Maturín y Puerto Ordaz empezarán a verse dentro de poco como el Guanajuato, la Lima o la Potosí del siglo XXI.
Y lo más grave: mientras Venezuela era empujada a un retroceso histórico, político, económico y social que ha significado la destrucción de su infraestructura física, el deterioro de los servicios públicos hasta niveles que los hacen prácticamente inexistentes, la destrucción del aparato productivo interno que nos hace dependientes del 80 por ciento de los bienes de consumo masivo en el país que deben ser importados, y un endeudamiento interno y externo que comprometen los futuros ingresos del país hasta por 10 generaciones.
Y a consecuencia de ello, caída dramática de todos los índices de desarrollo humano, aumento de la pobreza, del desempleo, la inseguridad jurídica, la deserción escolar, la corrupción, el desabasteciendo, la inflación, el regreso de enfermedades endémicas que se creían desaparecidas, y de una espiral de violencia social y política que ha convertido a Venezuela en una tierra de nadie donde mandan el pistoletazo, el atraco, los secuestros y los ajustes de cuentas y sin que haya posibilidad ni oportunidad de escapar a semejantes flagelos.
Y ese es el país al que Chávez anunció ayer en la noche un paquete de ajuste de medidas económicas, un instrumento u hoja de ruta hacia un mayor deterioro, un aumento exponencial de la pobreza, miseria y desigualdad, y al que muy en su estilo de adolescente tardío populista, tramposo y prestigitador no quiere llamar “paquete”, ni “neoliberal”, como si fuera posible escamotear los agravios de toda política económica restrictiva con palabras más palabras menos, o diciendo sencillamente que no existen.
Y frente al cual, ya está carcomido de miedo, presa de pánico, sumido en el terror, la incertidumbre y la insanidad como que debe tener frescas en la piel las llamas con que el pueblo de Caracas respondió al paquetazo de Carlos Andrés Pérez en el 89, los brasileños a la política de Fernando Color de Melo en diciembre del 92, los mexicanos votando por Vicente Fox y contra el candidato del PRI en julio del 2000 y los argentinos forzando a la salida del gobierno del Fernando de la Rúa en diciembre del 2001.
Ruptura que es exactamente el borde del abismo en que se ha situado Chávez, puesto que ya será imposible disfrazarle al pueblo la catástrofe hacia donde se le ha llevado, así como fijarle nuevos plazos a una recuperación económica que debió ser el lograda hace cinco años.
Y esa es la Venezuela que volvió a la realidad hoy, a horas del anuncio del paquetazo, sin mucho tiempo para explicarse ni justificar las razones por las que se le ha mentido vilmente y seguro que decidida a ponerle fin a la estafa con la que unos seudos revolucionarios la han desvalijado como una pandilla de asaltantes cualquiera.
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