POR:KIKO BAUTISTA.
Como el elefante que se raspo a la hormiguita, así, poquito a poco, el gobierno va metiendo su paquete para enfrentar la crisis. Faltó el aumentó a la gasolina, la reaparición del debito bancario y otras impopulares medidas. Pero, Chávez ya nos ha hecho saber su verdadero plan. Cual villano en las películas cuando tienen al héroe a punta de mate nos ha hecho saber que viene, cual vampiro sediento, dispuesto a raspar la olla.
Al Presidente le aterra que lo vean haciendo lo mismo que tanto crítico.
Entonces, lo va ir, mientras pueda, metiendo suavecito. Ya dejo ver que tiene en la mira el dinero del encaje cambiario y los depósitos del público en los bancos. Si el precio del barril no sube están esos recursos para lo que haga falta.
El gobierno sabe que le queda mucho juego para enfrentar los efectos de una crisis que es global.
Todo parece indicar, que cosas, que Chávez está confiando en que el plan Obama dé resultados. El ministro Ramírez aspita a un barril a US$ 70 para final de año. Bajo esa óptica, lo que hay hacer es amarrarse el cinturón unos cuantos meses y ya.
Venezuela, una vez más por su condición de país petrolero, estaría en mejores condiciones para pasar el mal rato que el resto de las naciones del planeta. Y no es que en el oficialismo estén pasados de optimistas. La lengua es castigo del cuerpo. Chávez se harto de decir que hasta con un barril en cero a nosotros la crisis no nos afectaría. A él más que nadie le conviene evitar cualquier alarma. Podrían las masas entender porque tiro la enmienda cuando lo hizo y comenzar a preguntarse donde están todos esos reales que entraron al país en toda esta bonanza petrolera.
Ahora, si le metemos lupa a lo que anda haciendo el gobierno podríamos llegar a la conclusión que el escenario B, es decir la catástrofe, también es una posibilidad. La toma del sector alimentos señala que el Ejecutivo teme escasez. La cultura de ricachones, de importarlo todo nos puede pasar factura en el peor momento.
Igual puede ocurrir con la política de congelación de precios. Cuando falten los dólares lo más probable es que aparezca la realidad, un aparato productivo estropeado, disminuido muy a pesar de los altos índices de consumo que registra nuestra economía en los últimos años.
El fracaso de la política económica del socialismo del siglo XXI pudiera estar a punto de aparecer. Toda esa paja de la ruta de la empanada, los cultivos no se que cosa, del desarrollo endógeno quedarán cual chiste malo. Esta es una revolución hecha a realazos que ha tapado sus errores a punta de billete. Ahora que no lo hay tanto existe el riesgo que ese ejército de militantes y simpatizantes acostumbrados a moverse por el vil y cochino metal entren en pánico. La ley que mata la descentralización, la toma de los puertos y aeropuertos son una muestra que el gobierno está dispuesto a meterle mano a todos los recursos que estén a su alcance. La intención de meter preso a Manuel Rosales, de quitarle a Tobías Carrero el hato Caroní, de arrinconar a la Polar, más que una demostración de fortaleza esconde una especie de huida hacia delante frente a la incapacidad de respuesta de los adversarios. El chavismo parece un vampiro sediento desatado.
Puede que con final feliz o catástrofe, la crisis esté siendo vista por el chavismo como una oportunidad para avanzar en su proyecto. En todo caso sería conveniente construir un nuevo compromiso social entre los factores democráticos que aspiran a una Venezuela diferente. Una alianza sólida entre las organizaciones civiles, los gremios, los sindicatos, los estudiantes y los partidos para armar un bloque social que no sólo se enfrente las amenazas a la propiedad que se avecinan, que vaya más allá, que ponga en la calle una agenda de reclamos que ponga al gobierno en retroceso.
Hace falta una dirección que deje de responder a las amenazas de Chávez. Una política que priorice a la gente y a sus necesidades, que unifique al país entorno a una oferta superior de gobierno. La crisis también puede ser una oportunidad enorme para cobrarle al chavismo el haber despilfarrado el dinero de los venezolanos. Llego la hora del collar de ajos, del agua bendita y de enterrar estacas.
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