Por: ARCANGEL VULCANO
El tema de la reforma constitucional en Venezuela no debería ser tratado y discutido como un problema entre el gobierno de Chávez y la oposición, sino como un problema integral de toda la sociedad democrática, porque en efecto lo es.
El Señor Chávez pretende muy habilidosamente y tendenciosamente encajonar al país democrático en una ficción de debate, en una opereta bufa, que en realidad es un circo de focas, convertido hoy en un teatro del absurdo.
Chávez habla de debatir y discutir por todo el país su proyecto excluyente y sectario de reforma constitucional, el cual ha confesado tener largo tiempo elaborando, y preparando minuciosamente con su cenáculo servil de comunistas trasnochados, pero que confiesa desear aprobar en un instantáneo dos por tres en su ilegítima Asamblea Nacional roja, y someterlo al mal llamado parlamentarismo de calle montando un chow publicitario para simular participación y consulta popular, que no es más que un coro de aplausos de sus partidarios incondicionales confesos, a quienes transporta, uniforma de rojo y les entrega un estudiado libreto, imponiéndoles a todos su visión parcial, su proyecto político totalitario, su concepción antidemocrática de la sociedad, valiéndose desvergonzadamente de la evidente necesidad de la gente del pueblo, que concurre procurando solución oportuna a sus problemas, que casi nunca encuentra.
Chávez afirma desear el debate y la discusión pero al mismo tiempo exige la incondicional lealtad a sus diputados de la Asamblea Nacional, a quienes les solicita públicamente no cambiarle ni una coma a su proyecto de reforma constitucional, y sin ninguna pudor al mismo tiempo los conmina a aprobarla, amenazándoles con retirarla si se atreven a alterarla, ¿Cómo es esto? Pide debatirla y discutirla pero exigiendo que al hacerlo la aprueben tal y como está; es decir, les permite que pueden debatirla, discutirla, pero les impone que jamás se atrevan a modificarla en nada; es más, no la pueden ni siquiera corregir en sus posibles errores, porque si lo hacen se enoja, y la retira, como para que el país los culpe de no aprobarla tal y como él se las presentó. Nos preguntamos: ¿Qué es eso, cómo se llama eso, se trata de un debate, es una discusión auténticamente democrática? ¡No señor! eso parece otra cosa, es cualquier cosa menos un debate; eso es una vulgar imposición autoritaria, es sectarismo puro y simplemente. Es la voluntad de un caudillo que se cree insustituible e infalible, tal exceso es inaceptable.
Ante semejantes abusos y arbitrariedades de un solo individuo que pretende estar por encima de la ley y toda la sociedad democrática, es esencial que los venezolanos comprendamos lo delicado de la coyuntura histórica que estamos viviendo y la inmensidad del desafío que enfrentamos.
En tal virtud, es vital asimilar que este problema no puede ser tratado únicamente como una simple diferencia de opiniones más o menos seria entre Chávez y la oposición, sino que debe ser considerado como un gravísimo problema existencial de toda la sociedad democrática entre un líder autócrata y toda la sociedad democrática, ante su confeso amenazante intento conculcador, que pretende abiertamente liquidar desde el ejercicio del poder hegemónico que detenta temporalmente, el sistema de libertades democráticas, desmontándolo, desmantelando el estado de derecho, para instaurar un modelo totalitario de corte comunista, a contracorriente de lo que desean la mayoría de los venezolanos.
Ese supuesto “nuevo modelo socialista” presentado como una panacea de todos los males acumulados de nuestra sociedad democrática integralmente considerada, no es realmente democrático, no puede serlo, sino que es un espejismo, una engañosa oferta, porque atenta contra la democracia, el estado de derecho y nuestros legítimos derechos ciudadanos individuales y colectivos.
Por eso la sociedad democrática debe unirse para enfrentar decididamente esta seria amenaza que nos acecha a todos sin excepción, oficialistas y a opositores. De tal manera, que es muy importante comenzar a comprender la idea de que oponerse y no estar de acuerdo, por ejemplo con la “reelección presidencial continua” no supone oponerse al gobierno de Chávez; es decir, que se puede estar perfectamente en desacuerdo con la propuesta de reforma constitucional “en bloque”, por ser autocrática, totalitaria, y excluyente, pero seguir continuar apoyándolo en el ejercicio de sus deberes y obligaciones en el cargo presidencial, hasta concluir su mandato para el cual fue elegido.
De esta idea se desprende lógicamente el razonamiento de votar la reforma constitucional artículo por artículo y no en bloque como tendenciosamente lo ha propuesto el Señor Chávez , lo cual supondría que quienes voten por esa reforma aprueban todo el articulado sin discriminar en lo que puedan o no estar de acuerdo, lo que es un absurdo, porque podría ocurrir que cualquier ciudadano por ejemplo podría desear y estar conforme con la modificación que propone la reducción de la jornada laboral a seis horas, pero no compartiera la idea de la reelección continua, por citar un ejemplo, lo que nos parece entonces un paquete chileno, una grosera manipulación de Chávez, que nos quiere vender la reforma como un todo para aprobar la reelección indefinida.
Nosotros por ejemplo, compartimos la idea de que el derecho es dinámico, no rígido ni estático, por eso debe evolucionar a la par del desarrollo de las sociedades. De allí que estamos de acuerdo con reformas parciales de la Constitución Nacional, necesarias e indispensables para mejorar a la sociedad, siempre que se respeten los procedimientos constitucionales previstos en esa misma Carta Magna, y los principios esenciales en ella contenidos, y sin alterar la estructura de la misma; a menos que toda la sociedad coincida en la idea de cambiarla sustancialmente, pero eso ya sería mediante otro procedimiento que la Constitución establece, que es la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, que supondría la convocatoria de todos los diversos sectores políticos y sociales que conforman una sociedad diversa y plural como la venezolana.
Desde esta perspectiva es que sugerimos la unidad de toda la sociedad democrática, no para derrocar ni desestabilizar el gobierno del Señor Chávez, sino para impedir que bajo su manipulación habilidosa logre trastocar, destruir o suplantar el sistema democrático, y así convertirnos el país a todos en un pandemonio.
Tanto los partidarios del gobierno como los opositores al régimen, somos hermanos venezolanos que debemos obligatoria e inevitablemente convivir, por eso debemos encontrar fórmulas de consenso y acuerdo, mediante el natural dialogo político constructivo, que permitan la sobre vivencia digna de todos los integrantes de la nación sin discriminaciones de ningún tipo, de allí que, no deberíamos cometer más el error de querer convertir a la indispensable actividad política en una guerra fraticida. La política es una complejísima ciencia, vital, esencial para regir y equilibrar adecuadamente a las sociedades pluriculturales.
Por eso el desafío que hoy enfrentamos como sociedad democrática, parece muchísimo más trascendente, que eternizar a un solo hombre en el poder y a su facción, para complacerle sus delirios de grandeza o sus temporales caprichos, porque la democracia no puede ser relegada ni arriesgada por nada ni por nadie. La democracia debe ser preservada, y jamás conculcada, no se debe entonces dejar su destino a un solo grupo enquistado en el poder para ser decidido como un capricho; es algo muchísimo más trascendental.
La sociedad democrática venezolana no debería estar sujeta, ni expuesta a los espejismos y caprichos constitucionales que existan en la mente delirante de ningún individuo, ni a sus ocurrencias madrugadoras por muy popular que este sea o se sienta.
La sociedad democrática debe necesariamente unirse para frenar este intento amenazante de fraude constitucional, por una cuestión de sobre vivencia e instinto de preservación, para así lograr hacer prevalecer el sistema democrático por encima de cualquiera otra consideración, porque es el bien más preciado que hemos conquistado juntos como sociedad, y que nos garantiza la unidad como nación, por eso debemos defenderla, incluso a costa del espejismo y capricho constitucional que tenga cualquier individuo que se crea providencial y único, que trata de destruirla para eternizarse en el poder junto a su grupo sectario a costa de intentar sacrificar la estabilidad, la paz y la tranquilidad de toda la nación.
El tema de la reforma constitucional en Venezuela no debería ser tratado y discutido como un problema entre el gobierno de Chávez y la oposición, sino como un problema integral de toda la sociedad democrática, porque en efecto lo es.
El Señor Chávez pretende muy habilidosamente y tendenciosamente encajonar al país democrático en una ficción de debate, en una opereta bufa, que en realidad es un circo de focas, convertido hoy en un teatro del absurdo.
Chávez habla de debatir y discutir por todo el país su proyecto excluyente y sectario de reforma constitucional, el cual ha confesado tener largo tiempo elaborando, y preparando minuciosamente con su cenáculo servil de comunistas trasnochados, pero que confiesa desear aprobar en un instantáneo dos por tres en su ilegítima Asamblea Nacional roja, y someterlo al mal llamado parlamentarismo de calle montando un chow publicitario para simular participación y consulta popular, que no es más que un coro de aplausos de sus partidarios incondicionales confesos, a quienes transporta, uniforma de rojo y les entrega un estudiado libreto, imponiéndoles a todos su visión parcial, su proyecto político totalitario, su concepción antidemocrática de la sociedad, valiéndose desvergonzadamente de la evidente necesidad de la gente del pueblo, que concurre procurando solución oportuna a sus problemas, que casi nunca encuentra.
Chávez afirma desear el debate y la discusión pero al mismo tiempo exige la incondicional lealtad a sus diputados de la Asamblea Nacional, a quienes les solicita públicamente no cambiarle ni una coma a su proyecto de reforma constitucional, y sin ninguna pudor al mismo tiempo los conmina a aprobarla, amenazándoles con retirarla si se atreven a alterarla, ¿Cómo es esto? Pide debatirla y discutirla pero exigiendo que al hacerlo la aprueben tal y como está; es decir, les permite que pueden debatirla, discutirla, pero les impone que jamás se atrevan a modificarla en nada; es más, no la pueden ni siquiera corregir en sus posibles errores, porque si lo hacen se enoja, y la retira, como para que el país los culpe de no aprobarla tal y como él se las presentó. Nos preguntamos: ¿Qué es eso, cómo se llama eso, se trata de un debate, es una discusión auténticamente democrática? ¡No señor! eso parece otra cosa, es cualquier cosa menos un debate; eso es una vulgar imposición autoritaria, es sectarismo puro y simplemente. Es la voluntad de un caudillo que se cree insustituible e infalible, tal exceso es inaceptable.
Ante semejantes abusos y arbitrariedades de un solo individuo que pretende estar por encima de la ley y toda la sociedad democrática, es esencial que los venezolanos comprendamos lo delicado de la coyuntura histórica que estamos viviendo y la inmensidad del desafío que enfrentamos.
En tal virtud, es vital asimilar que este problema no puede ser tratado únicamente como una simple diferencia de opiniones más o menos seria entre Chávez y la oposición, sino que debe ser considerado como un gravísimo problema existencial de toda la sociedad democrática entre un líder autócrata y toda la sociedad democrática, ante su confeso amenazante intento conculcador, que pretende abiertamente liquidar desde el ejercicio del poder hegemónico que detenta temporalmente, el sistema de libertades democráticas, desmontándolo, desmantelando el estado de derecho, para instaurar un modelo totalitario de corte comunista, a contracorriente de lo que desean la mayoría de los venezolanos.
Ese supuesto “nuevo modelo socialista” presentado como una panacea de todos los males acumulados de nuestra sociedad democrática integralmente considerada, no es realmente democrático, no puede serlo, sino que es un espejismo, una engañosa oferta, porque atenta contra la democracia, el estado de derecho y nuestros legítimos derechos ciudadanos individuales y colectivos.
Por eso la sociedad democrática debe unirse para enfrentar decididamente esta seria amenaza que nos acecha a todos sin excepción, oficialistas y a opositores. De tal manera, que es muy importante comenzar a comprender la idea de que oponerse y no estar de acuerdo, por ejemplo con la “reelección presidencial continua” no supone oponerse al gobierno de Chávez; es decir, que se puede estar perfectamente en desacuerdo con la propuesta de reforma constitucional “en bloque”, por ser autocrática, totalitaria, y excluyente, pero seguir continuar apoyándolo en el ejercicio de sus deberes y obligaciones en el cargo presidencial, hasta concluir su mandato para el cual fue elegido.
De esta idea se desprende lógicamente el razonamiento de votar la reforma constitucional artículo por artículo y no en bloque como tendenciosamente lo ha propuesto el Señor Chávez , lo cual supondría que quienes voten por esa reforma aprueban todo el articulado sin discriminar en lo que puedan o no estar de acuerdo, lo que es un absurdo, porque podría ocurrir que cualquier ciudadano por ejemplo podría desear y estar conforme con la modificación que propone la reducción de la jornada laboral a seis horas, pero no compartiera la idea de la reelección continua, por citar un ejemplo, lo que nos parece entonces un paquete chileno, una grosera manipulación de Chávez, que nos quiere vender la reforma como un todo para aprobar la reelección indefinida.
Nosotros por ejemplo, compartimos la idea de que el derecho es dinámico, no rígido ni estático, por eso debe evolucionar a la par del desarrollo de las sociedades. De allí que estamos de acuerdo con reformas parciales de la Constitución Nacional, necesarias e indispensables para mejorar a la sociedad, siempre que se respeten los procedimientos constitucionales previstos en esa misma Carta Magna, y los principios esenciales en ella contenidos, y sin alterar la estructura de la misma; a menos que toda la sociedad coincida en la idea de cambiarla sustancialmente, pero eso ya sería mediante otro procedimiento que la Constitución establece, que es la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, que supondría la convocatoria de todos los diversos sectores políticos y sociales que conforman una sociedad diversa y plural como la venezolana.
Desde esta perspectiva es que sugerimos la unidad de toda la sociedad democrática, no para derrocar ni desestabilizar el gobierno del Señor Chávez, sino para impedir que bajo su manipulación habilidosa logre trastocar, destruir o suplantar el sistema democrático, y así convertirnos el país a todos en un pandemonio.
Tanto los partidarios del gobierno como los opositores al régimen, somos hermanos venezolanos que debemos obligatoria e inevitablemente convivir, por eso debemos encontrar fórmulas de consenso y acuerdo, mediante el natural dialogo político constructivo, que permitan la sobre vivencia digna de todos los integrantes de la nación sin discriminaciones de ningún tipo, de allí que, no deberíamos cometer más el error de querer convertir a la indispensable actividad política en una guerra fraticida. La política es una complejísima ciencia, vital, esencial para regir y equilibrar adecuadamente a las sociedades pluriculturales.
Por eso el desafío que hoy enfrentamos como sociedad democrática, parece muchísimo más trascendente, que eternizar a un solo hombre en el poder y a su facción, para complacerle sus delirios de grandeza o sus temporales caprichos, porque la democracia no puede ser relegada ni arriesgada por nada ni por nadie. La democracia debe ser preservada, y jamás conculcada, no se debe entonces dejar su destino a un solo grupo enquistado en el poder para ser decidido como un capricho; es algo muchísimo más trascendental.
La sociedad democrática venezolana no debería estar sujeta, ni expuesta a los espejismos y caprichos constitucionales que existan en la mente delirante de ningún individuo, ni a sus ocurrencias madrugadoras por muy popular que este sea o se sienta.
La sociedad democrática debe necesariamente unirse para frenar este intento amenazante de fraude constitucional, por una cuestión de sobre vivencia e instinto de preservación, para así lograr hacer prevalecer el sistema democrático por encima de cualquiera otra consideración, porque es el bien más preciado que hemos conquistado juntos como sociedad, y que nos garantiza la unidad como nación, por eso debemos defenderla, incluso a costa del espejismo y capricho constitucional que tenga cualquier individuo que se crea providencial y único, que trata de destruirla para eternizarse en el poder junto a su grupo sectario a costa de intentar sacrificar la estabilidad, la paz y la tranquilidad de toda la nación.
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