Por: Rafael Diaz Casanova
Venezuela, país paradójico, se encuentra colocado en una absurda encrucijada. Su gobierno se enfrenta con demasiada frecuencia a las costumbres y a los deseos de sus ciudadanos.
Venezuela, país paradójico, se encuentra colocado en una absurda encrucijada. Su gobierno se enfrenta con demasiada frecuencia a las costumbres y a los deseos de sus ciudadanos.
Resulta difícil en demasía tratar de ordenar y darle prelación a las situaciones en las que los ciudadanos ven cómo se les agreden y conculcan sus derechos, sus deseos y sus preferencias. Intentemos algún orden.
La libertad. Así, sin ponerle adjetivos, vemos cómo los conductores del vil proceso a que nos encontramos sometidos, nos conculcan capítulos fundamentales de este derecho. Se interviene a la propiedad, se limitan las funciones de la familia, se trata de mover las responsabilidades paternas para asignárselas al Estado. Se calla a los disidentes. Se interviene la educación.
La nacionalidad. Resulta vergonzoso realizar que los procesos relacionados con la nacionalidad tales como el Registro Civil, le elaboración de los documentos relacionados con la identidad nacional y su acreditación internacional se delegan en organizaciones cubanas que tampoco han sido eficientes, salvo en su intervención, al realizarlas en su propia nación. No hablemos de los procesos electorales.
La seguridad. Nuevamente nos encontramos con el defecto anterior. Este régimen, calco, clon y sumiso al cubano, ha encomendado tanto el diseño como la ejecución de los procedimientos, que más que de seguridad son de represión, a organizaciones y elementos procedentes y sumisos al gobierno de Cuba. Entretanto el ciudadano común tiene que encarcelarse en su propia vivienda para evadir la acción del hampa y de la desesperación colectiva.
La salud. Nos resulta absolutamente grave que la relación entre los presupuestos y los gastos que se asignan y realizan en este sector tengan la más absurda relación con los resultados que se obtienen. Vemos cómo la parte mayoritaria de dichos gastos se consume en rubros que tienen poco que ver con el bien común y con la preservación y restitución de la salud del pueblo.
La generación de empleo. Quizás estemos ante el capítulo más absurdo de la situación de Venezuela. Los venezolanos dependemos cada día más del reparto burocrático. Éste se encuentra secuestrado y sólo tienen acceso a él quienes demuestren no sólo su fidelidad al régimen sino que además no se encuentren incursos en veleidades contrarias al gobierno como las registradas en las múltiples "listas" de miembros de la oposición. Además, hemos visto cómo el Estado se ha convertido en el poderoso competidor que cuando no sofoca al empresario se lo lleva por delante prohibiéndole su actividad y confiscándole sus activos y sus derechos.
La bondad e importancia del trabajo. Quizás, uno de los elementos fundamentales del fracaso de la sociedad venezolana se encuentra enmarcado en este rubro. Nuestros gobernantes, desde hace muchos años, han promovido conceptos falaces en relación al trabajo. Han dictado leyes que llegan al extremo de demostrar su inconveniencia. Entretanto la sociedad ha creído que el Estado, al estilo de la fracasada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, le debe resolver todos los problemas, desde el nacimiento hasta el enterramiento, pasando por la educación, la salud, la vivienda, la seguridad, etc.
La impunidad de la corrupción. Aquí se encuentra la clave de muchas de las situaciones anteriores. El presupuesto nacional y los ingentes recursos que le ingresan a Venezuela son escasos para satisfacer los infinitos capítulos de la corrupción. Sería absolutamente imposible e inabordable narrar y catalogar los vericuetos y subterfugios a los que se recurre para obtener beneficios indebidos en procesos públicos. La corrupción se encuentra en todas las latitudes, su impunidad tiene campo abierto en nuestra agredida Venezuela.
Fuente:www.eluniversal.com rafael862@yahoo.com
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